| EN BOCA CERRADA / Monsiváis frente al espejo
Por
Claudia de Icaza
(22-Jun-2012).- Justo en estos momentos de propuestas electorales, donde la politiquería está a todo lo que da, ¡cómo se extraña a Carlos Monsiváis! Cómo hace falta su visión sobre los últimos acontecimientos sociales, inéditos, ocurridos en México, de los cuales ya no habrá una más de sus crónicas. Me pregunto si estaría celebrando lo del movimiento Yo Soy 132, especialmente por venir de una universidad privada, pero, sobre todo, por ver reunidos a los jóvenes de todas las clases sociales preocupados por la situación del País. Y qué comentario hubiera hecho sobre Quadri y su insistencia de presentarse como candidato ciudadano. Claro, ciudadano ¡pero del país de Elba Esther Gordillo! Nadie mejor que él si se trataba de una crítica mordaz a esta realidad que estamos viviendo, pues Monsiváis no sólo fue un extraordinario cronista de la sociedad mexicana, uno de los escritores más polifacéticos, un hombre de firmes convicciones. Creo, sin temor a equivocarme, que siempre fue congruente con su forma de pensar, de sentir y de actuar. Y lo digo porque conozco parte de su obra literaria, porque fue uno de los grandes personajes de la cultura, que abordó a ídolos del pueblo, como Juan Gabriel, "El Santo" y Luis Miguel (con quien gustoso participó en el video de "La Media Vuelta") y porque se interesaba a fondo en fenómenos musicales (como consideraba a Gloria Trevi, de quien destacó su discurso irreverente y llegó a hacer un análisis de sus canciones). Pero, sobre todo, porque siempre estuvo ahí cuando se trataba de defender la causa de una minoría. Yo tuve la enorme fortuna de conocerlo en 1997, cuando fuimos invitados como padrinos de una obra de teatro experimental que alertaba sobre las consecuencias del VIH/sida. Un tópico escabroso, del cual el escritor hablaba sin miedo a las palabras y con tal apasionamiento, que era prácticamente imposible no caer seducida ante esa sensibilidad y esa inteligencia prodigiosa que lo caracterizaba. No obstante, su mayor virtud, la máxima cualidad que yo destacaría de él, sería su agudísimo sentido del humor y la sencillez con la que lo vi conducirse. Y no lo digo por el hecho de que se haya dignado a cumplir con el compromiso de apoyar con su presencia a aquellos actores totalmente desconocidos e ignorados por los medios, sino por el interés que mostró hacia esa puesta en escena, inaudible pero muy ilustrativa para mí, desde el momento en que Monsiváis empezó a hacer de ella una traducción más elevada que, de manera simultánea, en voz baja y pausada, hizo llegar a mis oídos. Hombre genial, relajado y divertido, de quien muchos personajes alzados del medio de la cultura deberían aprender. No imagino a otro reaccionando como lo hizo él en ese encuentro fortuito e irrepetible: Llegada a su fin la obra, sin que nadie lo convocara, subió al escenario, y de ahí se dirigió a los camerinos con la idea de ir a felicitar al elenco. Yo, atrás de él, siguiéndole los pasos hasta que nos vimos forzados a realizar un alto en el camino. Frente a él, frente a mí, los actores de la obra en cuestión totalmente desnudos y tratando de cubrirse sorprendidos ante nuestra inesperada presencia. Nada ocurrió que no pudiera resolverse con una sonora carcajada y un "disculpe usted, señor Monsiváis, no esperábamos verlo tan de cerca y en estas condiciones". En respuesta, como para cerrar con broche de oro, el escritor compartió conmigo de manera muy generosa uno de sus jocosos pensamientos: "No vi nada fuera de lo normal, que antes no haya observado estando frente a un espejo".
claudiadeicaza@hotmail.com twitter: @ladeicaza
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