Claudia de Icaza
Finalmente salió del interior de Thalía su verdadero "Yo". ¡Qué bien! Ya me parecía que no era la "perfección" hecha mujer y que al igual que cualquier mortal también es capaz de cometer errores garrafales y hasta injusticias y atropellos contra un familiar.
En este caso, contra su hermana mayor, a quien dedicó una serie de comentarios desafortunados que no tardaron en revertírsele... Será porque hace mucho dejó de ser la princesita a la que todo mundo le rendía pleitesía y porque muchas de las cosas que dijo fueron de memoria y sin conocer a fondo el asunto (las circunstancias de vida de su abuela y lo que aconteció poco después del secuestro). Por tal motivo, ya estoy poniendo en duda lo que su hermana Ernestina pudo haberle dicho sobre lo que escuchó en boca de un tercero acerca del vínculo que supuestamente hubo entre Laura Zapata con sus secuestradores.
Y lo digo, porque aquí no hay "fuente" que me haya dado esa información, yo estuve presente en esa comida donde este personaje de la Policía le sembró tan peregrina idea a Ernestina. Sé lo que se dijo ahí, pero también sería bueno destacar la reacción que tuvo la Sodi en todo momento. Fría, imperturbable, como si le estuvieran hablando de una desconocida y no de una hermana que sufrió el mismo calvario que ella. Y si bien procuré no perderme de ninguno de los argumentos expuestos por este señor sobre este delicado asunto, debo aceptar que me sentí infinitamente más atraída hacia cualquier gesto que pudiera delatar el sentir de Ernestina.
No soy de las románticas ilusas que hablan del lazo sanguíneo como "un vínculo sagrado e indestructible que une a las personas", pero sí creo en el conocimiento profundo que llegamos a tener de la gente que nos rodea y con la que convivimos... Aquellas a quienes les conocemos sus límites y sus alcances y por quienes salimos en su defensa con uñas y dientes. ¿Por qué permitió que se hiciera una acusación tan seria contra su propia hermana? ¿Por qué no mostró ningún tipo de emoción?
Los demonios andan sueltos, los fantasmas del pasado se hacen presentes y ya no hay manera de detenerlos. No soy quién para decir la última palabra, ni fui la primera en especular sobre lo que pudo haber ocasionado el primer resquebrajamiento en esta familia, pero como simple espectadora me atengo a los hechos: ninguna de las glamorosas hermanas Sodi se han preocupado por el bienestar de su abuela como lo ha venido haciendo Laura Zapata.
Y que no me vengan con el cuento de que son madres y profesionistas, que su vida es muy complicada para encima tener que ponerse a atender las necesidades de una anciana. Los cuidados y el cariño que podrían brindarle a doña Eva los han venido postergando, no sé si porque creen que va a vivir eternamente y "habrá tiempo para procurarla" o porque muy en su interior no ven en ella a una abuelita, sino a la madre cariñosa e incondicional que ha sido para su media hermana.
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