Por
Claudia de Icaza
DOÑA MACHETES
Antes de que Sonia Infante volviera a la polémica y al escándalo (me refiero a la golpiza que le acaba de propinar a la socia que tenía en una clínica de tratamientos de belleza, razón por la que enfrenta demanda legal), yo llegué a ver a la actriz más feliz y relajada.
Eso era cuando despachaba chamoyadas en un local ubicado en Cuernavaca, por la zona de Vista Hermosa, chamba que dejó poco después de que muriera su ex, Gustavo Alatriste, y se pusiera a pelar con machete en mano, parte de la cuantiosa herencia que dejó el difunto.
Mal, muy mal, por los que saboreábamos esos heladitos; mal, muy mal, por la situación de la socia; mal, muy mal, por Doña Machetes.
SIN TANTO BRINCO
Bajita la mano, sin hacer alarde de su histrionismo, sin andar presumiendo ser la reina de las telenovelas o una diva, Victoria Ruffo sí merece llevar el título de primerísima actriz después de interpretar el personaje de Refugio en Corona de Lágrimas.
Deje usted la facilidad con la que deja escurrir las lágrimas y le entra al melodrama. Intuyo en ella un gran compañerismo, pues lejos de buscar lucirse, consiguió que un actor principiante, como Mane de la Parra, hiciera el digno papel de Nachito.
No siempre es el libreto, no siempre es la buena dirección: a veces es la confianza que siente cualquiera cuando alterna con alguien que no se considera "bordada a mano". ¡Aprendan, viejas lobas de... telenovelas!
¿DÓNDE HE OÍDO ESO?
"Éste sí es el hombre de mi vida". Así decía Lupita D'Alessio, en aquella época tortuosa en la que buscaba afanosamente (sin conseguirlo) a un tipo que la hiciera feliz "eternamente".
Lista larga de nombres, que no vale la pena mencionar, salvo que se compare con el listado que lleva en su haber Lis Vega. Ella es otra que va besando sapos, segura de que dará con su príncipe azul, sin importar la cantidad de actas matrimoniales que tenga que firmar.
Y otra más que terminará leyendo el libro "La Mujeres que Aman Demasiado" para acabar de entender que el error no está en ellos (facilones y desobligados) sino en esa obsesión de ellas por darse (y darles) a la primera de cambios.
PINTADO TAL CUAL
"Hombre de una sola mujer". Así describió Mara Patricia Castañeda a Joaquín Cordero en la semblanza que presentó en el noticiero de Joaquín López-Dóriga a pocas horas de haber fallecido el actor.
Ninguna frase tan certera como la elegida por la periodista, ya que no hay registro (ni habrá manera de encontrarlo) de un pecadillo del hombre que arrancó suspiros, no sólo por su atractivo, sino por la verticalidad con la que siempre se condujo en lo personal y profesional.
Joaquín decidió el mejor final para su propia historia de amor: murió de tristeza y se fue sin más trámite para ir a encontrarse con su compañera de vida.
Sí, se fue uno de los grandes del cine y la televisión, pilar de nuestro medio artístico, ejemplo a seguir para las nuevas generaciones, a las que veo muy grises como para llegar a trascender como él.
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